viernes, 25 de marzo de 2011

COLABORACION DESDE ESPAÑA

HOJA DOMINICAL / Año III – Nº 44 Por: Fernando Villarreal Zavala Seré breve REVUELTA POLÍTICA A pocos días de las elecciones generales y parlamento Andino, la temperatura de la campaña preelectoral roza su grado máximo. Los electores están agobiados, atosigados y embotados por el ruido del mercado electoral. Apoyo, CPI, Datum y otras encuestadoras ponen la música a este festival que se aproxima a su final. Los últimos sondeos de opinión a nivel nacional, han causado gran revuelo entre los votantes. Toledo y Castañeda se desinflan. Keiko se aferra con uñas y dientes a la segunda posición. Ollanta acorta distancia y le pisa los talones. Y Kuczynski sube como la espuma, puede atropellar y desplazar a los que le preceden. Los ánimos están caldeados y los nervios erizados. Así como están las tendencias de intención de voto, la pelea de votos será mesa a mesa. Son cinco los candidatos con opción de pasar a la segunda vuelta, puesto que ninguno alcanzará el 50%. Los analistas políticos pronostican una final de infarto o de fotografía. Todo hace prever que será las elecciones más disputadas de los últimos tiempos. Los candidatos presidenciales vienen gastando ingentes sumas de dinero en sus campañas proselitistas, que de lejos superan los montos declarados según el pacto ético de transparencia. La preguntas fluyen inevitables: ¿De dónde tanto dinero? ¿Quiénes son los mecenas? Los hijos de los Sánchez Paredes y “olluquito”, procesados por lavado y tráfico de drogas, toman la palabra para decirnos que ellos financiaron con miles de dólares las campañas de candidatos a presidente y congresista. ¿Se estará repitiendo la historia? Sin duda ninguna, los candidatos a la presidencia de la República padecen del síndrome del poder. Ese poder calificado por Pablo Besaron (La conspiración) como una enfermedad, cuya verdadera materia es la conjura, donde se encuba la maquinación y el complot para encaramarse en el sillón presidencial. Por ello constatamos a diario un torrente de golpes bajos, guerra sucia, arteras puñaladas, ataques vedados, trapitos al aire y andanadas de descalificaciones. El menú es variado: Conapa, caso Madre Mía, petroaudios, Comunicore, avión parrandero, xenofobia, dolce vita, prueba toxicológica, renuncia a nacionalidad, etc. Tenemos candidatos de todos los tipos y para todos los gustos: Verbosos, grandiolicuentes, populistas, efectistas, sombríos y opacos. En los mítines, debates y entrevistas sueltan sartas de memeces y sandeces, exhiben un lenguaje estropajoso y arcaico que abochorna a los que les escuchan.




Los carnavales ya pasaron, pero los candidatos continúan disfrazándose en todas las ciudades a donde acuden en búsqueda de votos, dizque para identificarse con sus pobladores. ¿Quién no ha visto a Toledo, Castañeda, Keiko, PPK, Ollanta y otros con un chullo o poncho o casco de minero o sombrero de chalán o chaleco huanca? Seguirán haciéndolo hasta al cierre de sus campañas, cambiándose de indumentaria más veces que una Barbie en manos de una niña de diez años. La vergüenza ajena llega a extremos cuando, en su desesperado afán por llamar la atención, cantan, bailan, saltan, cocinan y cuentan chistes. Eso hizo –por citar a uno de ellos- PPK en el programa televisivo de Carlín, donde bailó reggetón y el Panamericano, además de preparar una tortilla con jamón, luciendo un impecable delantal. ¿Qué esto gusta al público? ¿Qué por eso es el tío bacán de las redes sociales, el más carismático de los candidatos y el que ganará las elecciones? Ver para creer, como dijo Santo Tomás. Los candidatos no cesan de prometer el oro y el moro, dicen que duplicaran los sueldos de los maestros, policías y funcionarios públicos. La misma cantaleta de siempre, porque son promesas que inevitablemente terminarán dentro del vertedero del olvido. No se escuchan propuestas coherentes ni alternativas convincentes para resolver los acuciantes problemas del país. Ninguno ha tenido la suficiente audacia para plantear la eliminación de la inmunidad parlamentaria y sancionar severamente el transfuguismo y la inconducta ética, a fin de superar la crisis institucional que sufre el Congreso de la República. ¿Acaso se olvidan los escándalos protagonizados por congresistas denunciados por robar energía eléctrica, contratar empleados fantasmas, matar el perro de su vecino, maltratar a su cónyuge, tener vínculos con narcotraficantes y violar la ley electoral? Están tan desconectados de los reales intereses del pueblo, que muy pocos ofrecen combatir las plagas de la inseguridad ciudadana y la corrupción. Se quedan en generalidades y no precisan los mecanismos anticorrupción para exterminar a los corruptos que parasitan en las instituciones, a esos picudos rojos (gorgo que ataca a las palmeras) que devora a quienes le aloja y pasan desapercibidos hasta absorber toda la energía del hospedante. Bueno, no se puede pretender que sean más listos y capaces de lo que son. Es lo que hay.

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