martes, 2 de noviembre de 2010
RECORDANDO A QUIPAN
IMAGENES REFERENCIALES DEL RELATO:
1.- Plaza de Armas de Quipán, donde Hubicho y otros artistas representaron magistralmente la historia de Carlomagno.
2.- Majestoso Shoncomarca, mostrando el monumento de Cristo Redentor y nuestra danza emblemática: LOS ABUELITOS DE QUIPAN
La crónica del mes
MI FUGA DE QUIPÁN
Por: Fernando Villarreal Zavala
Quipán, mi terruño, estuvo de fiesta. Celebró sus 362 años de fundación, registrado un 25 de octubre de 1648. Sus autoridades y comuneros recibieron ramilletes de congratulaciones y buenos deseos. Sus poetas le dedicaron versos cargados de lirismo, sus historiadores evocaron a los shoncos, marcas y otras tribus que participaron en su formación, y sus hijos alejados de su seno lo recordaron ahítos de nostalgias.
En la solariega Valencia – España, donde resido, lo rememoré con intensidad y en un recoveco de mi memoria encontré un retazo de mi infancia, que a pesar de los años transcurridos aún se mantenía tibio, nítido e irrevelable. He resuelto airearlo como prenda de mí acendrado amor por Quipán, al que no he regresado desde hace casi 40 años.
Abrí las ventanas de mis recuerdos y avisté aquel mediodía de mayo de 1956. Tenía seis años y estaba en el aula del Jardín Infantil de Quipán. Solamente yo sabía que era mi último día de clases, a nadie lo había dicho. Así me despedía silenciosamente de mi profesora y compañeros de estudios, no volvería a verlos. Me alejaba de mi pueblo que me vio nacer. Por la mañana mi padre me había dicho que saliendo de la escuela partíamos rumbo a Huaral.
Por norma del colegio, en aquel entonces, el mandil, la mochila y los útiles escolares debían permanecer en los estantes del salón de clases. Los alumnos ingresaban y salían sin nada en las manos, pero yo no quería dejarlos y decidí llevarme todo lo que podía. Subrepticiamente llené mis bolsillos de lápices, colores, reglas, plastilina y tajadores, también cogí algunos cuadernos y libros. Llegó la hora de la salida, los niños iban saliendo de uno en uno, deteniéndose brevemente en el umbral de la puerta para despedirse de la profesora con un beso en la mejilla. Era el ritual de todos los días.
Esperaba mi turno envuelto en una maraña de dudas y temores, aguardando el momento oportuno. Sin pensarlo dos veces, me adelanté al que me antecedía y salí disparado a la calle, sosteniendo en mis manos libros y cuadernos. Cuando la profesora reaccionó y gritó mi nombre, ya estaba cruzando velozmente la Plaza de Armas, ante las miradas atónitas de mis compañeros, que también gritaban y corrían tras de mí. En el camino se me cayeron colores y reglas, pero seguí corriendo sin detenerme y sin voltear, mirando fijamente a la portada de Guía, en cuyo recodo me perdí de la vista de todos. En casa me esperaba mi padre con los caballos y los burros listos para el viaje. Al poco rato, salimos de Quipán y bajamos por Mitocuesta con dirección al fundo de Ama.
Pasaron los años y durante mis vacaciones estudiantiles regresé a sus lomas, donde mis padres tenían su hato de ganado caprino. Pastoree mis cabras en las faldas y quebradas de Rupaypampa, Aclapicho, Pallcamito, Loma larga y otros parajes. Después, volví al pueblo integrando el club Estudiantes Huaral. Participé en el último campeonato de fútbol realizado en las pampas de Conchococha y al año siguiente (1971 o 1972) estuve presente en la inauguración del nuevo estadio. Fue mi última vez en Quipán.
No he disfrutado de sus fiestas patronales, de los rodeos de mamá Camicha con la danza de los Abuelitos, de sus navidades con los negritos viejos y pastorcitos, de sus bulliciosas fiestas de carnavales y del apacuy en el techado de sus casas; pero a Quipán lo tengo incrustado en la piel. Siempre he estado y estoy pendiente de su problemática, sus proyectos, sus vivencias, sus avances, sus frenadas.
Hay días en que siento su mirada y noches en que escucho su voz en tono suave algunas veces, enérgica en otras. Es su llamado. Un día menos pensado cruzaré el charco, viajaré, llegaré y subiré a la cima del majestuoso Shoncomarca. Desde ahí, al pie del Cristo Redentor y junto a los añosos matorrales, me regocijaré contemplando sus calles, casas, tejados, calaminas, iglesia, cruces, corrales y Plaza de Armas, escenario de memorables presentaciones de mi padre: Huberdino Villarreal García, encarnando a Fierabrás en las fiestas de San Pablo y San Pedro. No tuve la fortuna de verlo en acción.
Volveré y me reencontraré con mi pueblo. Será un día menos pensado.
Valencia, octubre 31 del 2010.
Antes del 25 de Octubre nos comunicamos con Fernando Villarreal, nuestro colaborador desde España y le solicité que escribiera algo por el aniversario de la fundación de nuestro Pueblo o saliere por la radio con el mismo propósito, pero me manifestó que no tenía datos precisos al respecto y lo entendí. Pero ayer recibí su envío y la verdad que su composición respecto a hechos pasados (a recuerdos añorados) en Quipán me parece interesante y maravilloso, por ello lo difundo tal como lo recibí. Gracias Fernando (Eutilio Delgadillo).
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